El día a día de los mineros y mineras cooperativistas de Oruro
Hoy no es un día de trabajo normal en el cerro que explota la Cooperativa Minera Corazón de Jesús; hoy el médico ha visitado la Cooperativa para hacer una revisión a los socios y socias y ver cómo van respondiendo sus cuerpos a las condiciones de trabajo dentro de la mina. Los trabajadores y trabajadoras hacen cola en la puerta del espacio que utilizan para estas revisiones; para ellos es un proceso rutinario, este reconocimiento no tiene valor ni importancia porque, como comenta uno de los socios, “El médico no te dice la verdad para que sigas trabajando. De nuestro trabajo también sale su sueldo. Hay muchas personas detrás a las que no les interesa que te jubiles y tengan que darte la paga”.
La paga de la que habla es una ayuda que da el gobierno a las personas que trabajan en las minas a través de cooperativas y que deben retirarse. Es una paga de 200 bolivianos al mes, una cantidad que no alcanza ni para la subsistencia de una sola persona. Pero los socios y socias de las cooperativas mineras trabajan como autónomos: si sacan mineral, ganan; si no, pierden. No reciben ayuda del gobierno para nada, ni para material, ni para avances tecnológicos, ni para elementos de seguridad…
Todas las semanas muere una persona trabajando y nadie se hace cargo de estas muertes. No se ponen remedios ni soluciones y, mientras tanto, los mineros y mineras siguen trabajando porque es la forma que tienen de mantener a sus familias.
Oruro es una ciudad boliviana que fue fundada por los españoles en 1606 como un centro minero. Antes incluso de la llegada de los Inkas a este territorio, los Urus, habitantes originarios de estas tierras, ya explotaban el mineral que extraían de los cerros. Su abundancia de minerales, sobre todo de plata, hizo que se convirtiera en uno de los centros mineros de la colonia. Tras la independencia, la explotación siguió por parte de la COMIBOL (Corporación Minera de Bolivia) y, actualmente, estas minas son explotadas por Cooperativas.
En Bolivia existen dos tipos de minería: la minería estatal y la minería cooperativista. Es esta última la que tiene mayores problemas para su desarrollo, puesto que todos los gastos y riesgos corren a cargo de los socios y socias, que son las personas que trabajan cada día en la mina.
El trabajo en las minas es, probablemente, de los más duros que existen. La forma en la que desarrollan el trabajo en las cooperativas bolivianas es totalmente rudimentaria y artesanal. La única tecnología con la que cuentan son las lámparas y la máquina para abrir nuevos caminos dentro de la mina. Todo lo demás es igual que en los tiempos de los Urus. Tanto el mineral extraído como la piedra sobrante se carga en la espalda, una persona puede hacer hasta cuatro viajes al día desde el lugar donde se encuentra la veta hasta el exterior de la mina cargando 50 kg a la espalda.
Lo primero que se siente al entrar en la mina es la falta de oxígeno y el fuerte olor del Arsénico. A medida que vamos avanzando hacia el interior, respirar se hace cada vez más difícil ya que la mina no cuenta con ningún tipo de ventilación.
Las escaleras por las que los trabajadores y trabajadoras suben y bajan dentro del laberinto de la mina carecen de ningún tipo de seguridad. Pican la piedra con un cincel y un martillo, aguantando las temperaturas en el interior, que pueden llegar a alcanzar los 40ºC.
A todas estas condiciones de trabajo hay que sumarle que los trabajadores y trabajadoras pasan allí dentro trabajando el tiempo que necesiten para obtener el mineral que les va a permitir ganar el dinero suficiente para su sustento y el de sus familias. Mientras trabajan no comen, no descansan. Mascar coca les ayuda a combatir el hambre, el cansancio y la falta de oxígeno.
Ser mujer y minera
Oruro es una de las primeras ciudades bolivianas en la que las mujeres consiguieron entrar a trabajar en el interior de las minas. Hace algunos años, se creía que traía mala suerte que una mujer ingresara en la mina, por lo que a ellas se les reservaba el trabajo de picar el mineral en el exterior.
Actualmente las mujeres pueden hacerse socias de las cooperativas y trabajar igual que los hombres, aunque todas las que trabajan allí son mujeres cuyos maridos trabajaban en la mina y, o bien pos su fallecimiento o por su abandono, ellas aprovechan su ficha para entrar a trabajar.
El trabajo que realizan las mujeres mineras es igual que el que realizan los hombres, pero al llegar a la mina ellas llevan horas despiertas trabajando en sus casas y atendiendo a sus hijos e hijas y, al marcharse, continúa su trabajo en el hogar.
Elisabeth tiene 39 años y trabaja en la mina desde hace 8. Entró a formar parte de la cooperativa a raíz de que su marido la abandonó y tuvo que hacerse cargo sola de sus tres hijos. Dice que se programa para llegar a todo. Se levanta en la madrugada para cocinar, levantar a sus hijos, prepararlos y llevarlos al colegio. Les deja la comida preparada y cuando regresa a casa por la tarde les ayuda con las tareas, los lava, los da de cenar y los acuesta; los fines de semana también se levanta a las 5 de la mañana para lavar ropa.
Ellas consideran un avance el hecho de que puedan ingresar a trabajar en las minas con las mismas condiciones que los hombres, pero son conscientes del doble trabajo que hacen por ser mujeres y madres.
Donde no llegan los dioses
Los mineros y mineras bolivianas cuentan que en las minas vive un demonio, el dueño de las minas, el que cuida de ellas. Es al Tío de la Mina a quien debe rendírsele culto ahí dentro, donde no llegan los dioses, donde las personas están incomunicadas, donde no existe el tiempo, ni la luz, ni el aire.
El Tío de la Mina cuida de ellos y es a él a quién dirigen sus ofrendas y a quien piden, cada vez que entran, volver a ver la luz del sol, regresar un día más con vida a casa.
Muchas personas pierden la vida en las minas, otras pierden la salud… ¿Cuál es el precio de la plata?

